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sábado, agosto 23, 2008

 

Un cuentito...

Había descuidado un poco el blog porque este año además de profesor soy Secretario del Cens 19 ,mucho trabajo realmente,pero vuelvo a la carga...
Como estuve en Gualeguay en el receso invernal , al caminar por sus calles me entraron los recuerdos y me dije ¿porque no escribirlos? asi que acá vá un cuentito :

CARLITOS ZAPATERO

Tendría 6, 7 años y me movía en bicicleta de aquí para allá, por las esquinas mi querida Gualeguay. Solía visitar seguido a mis abuelos, iba a tomar la leche. Mi abuela, como toda “Idishe mame” siempre decía que lo más importante para nuestro crecimiento era estar bien alimentado, y al servirnos la merienda nos traía una bandeja y nos decía “Come con pan, nene”.
Tomaba unos metros nomás por “la 25” , y encaraba por cnel. Correa pedaleando tranquilo y al doblar en Melitón Juárez, justo en la esquina estaba él. Carlitos “zapatero” le decían, porque era lustrabotas .Ni bien me veía doblar la esquina se paraba en mitad de la calle y tiraba a un costado su herramienta de trabajo , hecha con maderas sacadas de algún cajón de manzanas ,porque se leía “producto de Río Negro” y una suela pegada encima.
Se notaba su pobreza porque siempre tenía la misma ropa, sucia, desgajada y estaba siempre despeinado.
Se paraba en mitad de la calle y estirando su mano detenía mi marcha. Me sacaba la bicicleta, daba algunas vueltas manzana y me la devolvía tirandola al costado para que siguiera ruta una cuadra más, donde vivía Doña Rebeca.
Carlitos tendría unos 11 ,12 años era mucho más grande que yo y no necesitaba usar la fuerza para detenerme. Esto de la bicicleta me lo hizo un par de veces .Me paraba, usaba la bici y la dejaba en el costado en que quedaba su cajoncito para que yo la rescate.
Un día me paró y yo, rebelándome a su “autoridad” me quise escapar por la tangente, aceleré el pedal y me mandé por el costado. Carlitos me corrió, me golpeó y me sacó la bicicleta .puso su cajoncito en el canasto y no volvió más. Pasé media hora esperando y no volvió. Empecé a desesperarme y llorando volví a casa.
Le conté a mi papá lo sucedido porque mi abuela quería denunciarlo. Papá dijo NO y menos mal, porque me dio una lección con su actitud: “A Carlitos no lo vamos a denunciar”. Subimos al Peugeot 404, Papa dejó a sus pacientes en la sala de espera y fuimos a la humilde casita de Carlitos, que estaba justo en la esquina donde me paraba. El vivía con su mamá en un solo ambiente con paredes llenas de humedad. Papá habló con la señora y Carlitos salió de su casa y me devolvió la bicicleta. Por una tarde se había olvidado de su pobreza y había pedaleado “hasta el parque” dijo.
Me pareció ver caer una lágrima de sus mejillas endurecidas.

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